"Un escritor que se precie rechazará a priori toda determinación para ir en busca de algo más valioso: el camino de exploración que la escritura de una obra propone. Esto es válido para todos los escritores, cualquiera sea el género que transiten y cualquiera sea su mirada sobre el mundo."
"Es justamente por eso que el trabajo de un escritor no puede definirse de antemano, porque el pensamiento se modifica en el proceso mismo de escritura que es siempre incierto, hecho de sucesivas decisiones que se toman a medida que se escribe. De modo entonces que para escribir hace falta tener una gran disponibilidad para la incertidumbre y para el cuestionamiento de los propios atributos y condiciones."
Esto es parte de la ponencia presentada por la escritora María Teresa Andruetto en la Jornada de Literatura Infantil y Juvenil “Abrir un libro, abrir el mundo”, realizada dentro del marco del Seminario de Literatura Infantil Latinoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires el 5 de julio de 2008.
Más adelante, porque la ponencia es larga y sustanciosa (volveremos con otros comentarios sobre ella en otros post), dice lo siguiente:
"La tendencia a considerar la literatura infantil y/o juvenil básicamente por lo que tiene de infantil o de juvenil, es un peligro, porque parte de ideas preconcebidas sobre lo que es un niño y un joven y porque contribuye a formar un ghetto de autores reconocidos, incluso a veces consagrados, que no tiene entidad suficiente como para ser leído por lectores a secas."
Personalmente estoy infinitamente de acuerdo con todo lo anterior. Sólo añadiría una opinión personal al comentario "Un escritor que se precie rechazará a priori toda determinación". Esto es cierto, como ella misma afirma, sobre todo en el caso de muchos autores que escriben de acuerdo a las tendencias del mercado lector, siguiendo las pautas de los editores. Pero en el caso de la mal llamada literatura infantil, yo creo que si puede existir en algunos casos una intencionalidad, una juguetona autodeterminación por parte de un autor para producir un texto que el desea que funcione "también" para un lector niño -además de funcionar para cualquiera, como toda literatura del género que sea.
En este caso se trataría del niño interior, para qué el resultado sea válido. El escritor tiene la intención de complacer a su lector ideal, que es su parte infantil, con un texto creativo, dinámico, lúdico, que al realizarlo le produce gran regocijo y extrema diversión, a ambos, al autor adulto y a su lector niño. Introduce elementos y recursos literarios que él sabe (el autor) que cautivarán y divertirán a su propio niño. Es un jocoso intercambio dialectico entre uno mismo niño y uno mismo adulto. Voluntariamente el autor decide suprimir ciertas expresiones para restarle un poco de complejidad semántica a su texto y hacerlo más accesible a su niño. Es un proceso meramente intuitivo, porque no existen reglas ni recetas acerca de qué es lo que realmente les gusta a los niños y qué no (al margen de lo que los adultos creamos, claro está). El autor se guía intuitivamente nada más que por lo que supone será del agrado de su propio niño ya que está conectado con él, y lo comprueba permanentemente durante el proceso de creación mediante una lectura dirigida a su interior, a su niño. Decide intencionalmente podar el texto, suprimir algun párrafo para ganar tensión narrativa, porque sabe que debe mantener una atención tan inquieta como es la de su niño interior. Y sabe que si le gusta a su niño interior, también le gustará a los demás niños.
Lo demás es el ejercicio estilístico de pulir un texto, que se adquiere como todo, practicando el oficio.
martes, 27 de abril de 2010
La obra de un escritor no puede definirse por sus intenciones sino por sus resultados
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