miércoles, 5 de septiembre de 2012

Doce pasos para la edición de un libro ilustrado para niños


1.    Escribes tu cuento o poema (el cual, ya sea que esté escrito en el  papel o en la computadora se llama el “texto”)

2.    Llevas el texto a un editor para que lo publique.

3.    El editor lo lee y, si le parece adecuado, da su aprobación para que comience el proceso de “edición”

4.    El editor busca a un ilustrador(a) para que, a partir del texto, realice las ilustraciones que van en el libro.

5.    Cuando están listas las ilustraciones un diseñador(a) gráfico reúne en su computadora el texto y las ilustraciones y realiza una “maqueta” o "printer" que contiene todo lo que va en el libro.

6.    Una vez corregida la maqueta, el diseñador(a) gráfica elabora en su computadora el “arte final”, es decir, un documento realizado con un programa especial de computación para edición de libros, preferiblemente el programa de Adobe llamado Indesing y lo graba en un CD o DVD.

7.    El Editor lleva el CD o DVD a la imprenta seleccionada.

8.    En la imprenta se realizan varias pruebas de color sobre un papel especial antes de hacer unas láminas fotográficas del libro llamadas  “negativos”.

9. A partir de los negativos se hacen planchas de metal (actualmente se hacen las planchas directamente sin necesidad de negativos), las cuales  se montan en una  impresora y se comienza a imprimir sobre “pliegos” de papel.

10. Una vez impresos los pliegos, éstos se doblan y encuadernan para hacer un determinado número de  “ejemplares” de los libros.

11. Finalmente, los libros terminados se entregan al editor o la editora para su distribución en escuelas, ferias y librerías.

 12. Tu cuento o poema llega a las manos de muchos lectores.

domingo, 8 de julio de 2012

El flaco favor de los libros ilustrados

A pesar de haber sido durante varios años editor de libros para niños, como autor y lector rechazo cada día más los libros ilustrados. No los libros-album, en los q la imagen junto con el texto conforma el discurso principal. Me refiero a los cuentos y otros textos literarios acompañados de ilustraciones. Las ilustraciones responden a la interpretación del ilustrador y siempre limitan, por lo tanto, la concepción original del autor y la imaginación propia del lector.
Sin duda a los niños les atraen las imágenes sobre el papel. Ya se acostumbraron y los exigen así. Es por eso q nosotros, los astutos editores, los ilustramos.  Pero como lector los rechazo cada vez más. Y como autor,  ¿cuántas frustaciones no se sufren cuando las ilustraciones  -aunque sean maravillosas- no dan en el clavo con lo que se había concebido?
Ni hablar cuando son malas o mediocres. Pueden facilmente perjudicar el texto al que acompañan y bajar significativamente el nivel de una publicación. Sucede con frecuencia en las ediciones juveniles, constituidas fundamentalmente por el texto literario, con alguna que otra ilustración. Estas imágenes esporádicas, a cuenta de que solo son solamente un "complemento" o "valor agregado", no son objeto de ninguna exigencia en cuanto a su calidad por parte de la editorial. Lo he dicho reiteradamente en el Banco del Libro y durante algunos talleres de evaluación de libros para niños y jóvenes: hay que tener cuidado para que la pobreza de las ilustraciones en algunas publicaciones no le reste al texto el valor que se merece.
Aunque también podría suceder al contrario, que la alta calidad de las imágenes le de lustre a un texto pobre, pero siempre estaremos frente a un sesgo de las posibilidades imaginativas del lector.

viernes, 10 de febrero de 2012

¿Un libro para entristecer a los niños?

Existe un tema que quizás constituye el más renuente tabú de los que aún subsisten en nuestra desinhibida sociedad contemporánea: las emociones. Nuestra cultura occidental se caracteriza por negarlas o evadirlas. Es por esa razón que he seleccionado para el presente trabajo un inusual libro-album que hace honor a su nombre: El libro triste, de Michael Rosen con ilustraciones de Quentin Blake. Su contenido, —tanto texto como ilustraciones—podría considerarse “perturbador” para los lectores.  La percepción de lo siniestro o perturbador se produce —según lo que afirma Sigmund Freud en su análisis de lo siniestro en “El Hombre de la Arena”, conocido cuento fantástico de E.T. A. Hoffman— cuando aquello que nos era familiar, y que por alguna razón ha estado por un tiempo oculto o reprimido, por algún motivo ahora se manifiesta.  Y como dice el protagonista de El libro triste:    “Este soy yo cuando estoy  triste. Quizá pueda parecer que estoy contento en esta foto. En realidad estoy triste pero finjo que estoy contento. Lo hago porque creo que no le gusto a los demás cuando tengo aspecto triste.”  Con estas sencillas palabras,  Michael Rosen define claramente la prohibición o tabú, que se evidencia en  el rechazo de los demás frente a aquellas personas que,  por ser auténticas, dejan traslucir su tristeza.  Al niño se le enseña que, a imitación de los adultos, cada vez que se le pregunta: ¿cómo estás?,  automáticamente debe aparentar que está bien. Si acaso en ese momento siente miedo, ira o tristeza, debe disimularlo. Ese es el origen de la represión neurótica de las emociones, la cual se refuerza continuamente en la escuela y en la misma familia. Al niño se le aparta compulsivamente de las situaciones dolorosas o depresivas. No se habla con naturalidad de las emociones frente a él. Percibe que estar triste es algo indebido o, cuando menos, que no es del agrado de sus padres, maestros o condiscípulos. Tiene que ocultar sus emociones a toda costa, so pena de ser tratado como un enfermo de fiebre contagiosa  También podría considerarse un libro problemático o transgresor en la medida  en que, de acuerdo a los cánones educativos y a la mentalidad de gran número de mediadores adultos, no se corresponde con los criterios de lo que debe ser un libro infantil adecuado; vale decir, una publicación adornada de atrayentes ilustraciones, con una historia reconfortante y amena, que culmine en un final edificante y feliz. Muy por el contrario, El libro triste es un libro sombrío, que habla precisamente de aquello que muchos quisieran evitarle, e inclusive esconderle, al lector infantil: el tema de la muerte y la tristeza por la pérdida de un ser querido. Rosen describe con toda honestidad cómo se siente a raíz de la muerte de su hijo, Eddie. Describe su desgarradora tristeza, cómo lo afecta y las cosas que hace para enfrentar su dolor. Las expresivas ilustraciones de Quentin Blake potencian un ambiente de melancolía mediante el uso, a veces monocromático, de degradaciones de grises y colores oscuros.  En gran parte de las páginas la atmósfera es opresiva.  Definitivamente, internarse en esta obra equivale a realizar una catarsis. Por eso, de acuerdo a la explicación de Freud, su lectura resulta perturbadora: porque saca a la luz una emoción que ha sido negada y reprimida por el impúber lector.
En eso justamente consiste —junto al aspecto estético—  el aporte que considero más positivo del  libro: el lector infantil, a media que transita por el duro universo emocional que va  despertando su lectura, incorpora en su psique infantil el conocimiento de cómo se elabora un duelo, que es asumiendo, de forma natural, una emoción dolorosa para superar determinado acontecimiento.  Y lo hace de manera sensible y  creativa, con imágenes de gran calidad plástica.  El recorrido de sus páginas va desde un pasado representado por imágenes a todo color  (simbolizando los recuerdos de cuando Eddie vivía), un triste presente gris (lóbregas y lluviosas imágenes que simbolizan la depresión), y una esperanza que se proyecta hacia el futuro.  El proceso afectivo plasmado en el libro hace de esta obra una herramienta adecuada para que los mediadores adultos aborden este escabroso asunto con los niños.
También los jóvenes lectores pueden abordar la obra por si mismos. Cito el comentario por internet de un niño de sexto grado:  “mira michael rosen io te voy a decir una cosa cuando alguien pierde un ser querido es como si perdiera una parte de su cuerpo y cuando yo lei tu libro estaba en sexto de primaria y me encanto mucho…” Indudablemente se trata de un niño ya un poco mayor (quizás unos 10 años), que se siente atraído por el libro porque posiblemente también ha tenido una pérdida y a través de la lectura ha podido identificarse con alguien que ha experimentado una vivencia similar a la suya.
Ahora bien, entre los aspectos que pudiesen destacarse como negativos, estaría el hecho de que el texto quizás no posee una descollante calidad literaria, al menos no con el nivel que poseen otras obras poéticas del mismo autor; si bien, afortunadamente, las ilustraciones de Quintin Blake vienen a compensar cualquier carencia, produciéndose una sinergia texto-ilustración que arroja como resultado final una pequeña obra maestra.
Otro aspecto que puede ser problemático es determinar si este tipo de obra logra convocar realmente a un lector infantil (a pesar del comentario del niño de sexto grado, que podría ser una excepción). Parece más un libro para que los adultos trabajen el tema con los niños, que para captar directamente  el interés de los infantes. No es seguro que un lector infantil, por iniciativa propia, se sienta atraído por un libro de colores tan poco vivos y una historia sin mayor tensión narrativa; con una trama prácticamente carente de suspenso o aventura (aunque intensa  emocionalmente),  y sin personajes atrayentes (animales u objetos humanizados, niños detectives, etc), si bien el protagonista es capaz de suscitar mucha empatía, como ya vimos. Para bien o para mal, el texto no tiene una dinámica narrativa ágil, con situaciones inesperadas que atrapen la fascinada atención del inquieto lector. Tampoco tiene humor, tan del gusto de los niños. En fin,  no incluye los elementos que usualmente cautivan a los pequeños.
Podría tratarse entonces de una obra dirigida fundamentalmente a un lector ideal muy diferente al que pareciera sugerir el gran tamaño del formato y la profusión de ilustraciones.  Este podría ser otro matiz controversial del libro, cuya respuesta, más que los adultos, la tienen los jóvenes lectores

Bibliografía

Rosen, Michael y Blake, Quentin. El libro triste.Barcelona, Ediciones Serres, España, 2004, 40 p.
Freud, Sigmund. Lo siniestro  / El hombre de la Arena de E.T.A. Hoffmann. Barcelona, José J. de Olaneta Editor, España, 1979, 96 p.

Una "Reunión" al estilo del Zorro Rojo

A veces el editor no solo ejerce un criterio adulto o censura suprimiendo determinados aspectos que puedan parecerle inadecuados en una edición, sino que en algunas oportunidades en lugar de eliminar puede más bien añadir elementos para reforzar ciertos aspectos –éticos, ideológicos,  estéticos-  en una publicación.
Sería el caso de un título perteneciente a Los libros del Zorro Rojo titulado Reunión, un cuento de Julio Cortázar publicado en Todos los fuegos el fuego, en 1966. En la versión de este espléndido cuento que hace la editorial se le añaden aspectos ideológicos que no están contenidos explícitamente en el cuento original y que se evidencian  en las ilustraciones cuando se caracteriza a algunos de los personajes dibujándolos con la cara de Fidel Castro o del Che Guevara, cosa que apenas aparece mencionada en el cuento, cuando uno de los personajes le dice “Che”, a un compañero.  Aunque en el epígrafe del cuento Cortázar coloca una cita del Che, prácticamente no hay otras alusiones en el relato a los demás miembros del grupo subversivo.  De Fidel no se dice nada con ese nombre, de manera que la ilustración de su rostro entre el grupo de guerrilleros es una añadidura editorial, aunque la interpretación del cuento sugiera su presencia.
Porque, aunque conocemos la posición ideológica de Cortázar, en el cuento, así como en su obra en general, priva el aspecto literario por encima de su posición ideológica, con el objeto de conferirle a sus  textos un carácter universal, dejando al lector una amplia interpretación de los mismos.
La  intensa experiencia nocturna y clandestina del desembarco, el valor y romanticismo de los protagonistas,  es lo que en esencia quiso plasmar Cortázar, y esto no tiene porqué suscribirse a un momento en particular, que es lo que pretende el editor al propiciar, en el texto de la contratapa del libro, una interpretación unívoca del relato:
“Reunión describe las duras jornadas que siguieron al desembarco del Granma en las costas de Cuba, cuando Ernesto Guevara se forja como combatiente de la revolución. A través de una vívida narración en primera persona, la voz del «Che» evoca las adversidades que debió enfrentar junto a sus compañeros de armas y su bautismo de fuego en la batalla de Alegría del Pío.”
Es posible que una investigación arroje que el cuento corresponde a ese episodio histórico. Probablemente  Cortázar lo habrá declarado así en alguna entrevista. Pero  nada de eso aparece explicitado  en el texto. Apenas una alusión al apodo Che (muy común en argentina, por lo demás) y una referencia geográfica a Puerto Cruz; lo demás, es una forma del editor de añadir elementos que hagan valer su visión.  En ese particular, podría hablarse más de “imposición” que de censura.
El desembarco de los guerrilleros, en una interpretación abierta,  puede suceder en cualquier época y lugar —una propuesta que, en mi opinión,  sería la deseable,  ya que soy partidario de propiciar que el lector se forme su propio criterio y no  de encaminarlo hacia determinada óptica. En ese sentido, me hubiera gustado más si en una edición por lo demás tan bien lograda como ésta se hubiera dejado la cara de los guerrilleros sin rostro, por decir algo; si el texto de la contraportada hubiese sido sugerente, en lugar de determinante, para dejar que fueran los jóvenes lectores quienes extrajeran sus propias conclusiones.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Mi hermano el genio de Rodrigo Muñoz Avia

Sobre esta amena novela, recomendada para lectores mayores de 10 años y ganadora del premio Edebé de Literatura infantil, podemos afirmar que no desmerece el  reconocimiento. En un lenguaje directo, sin pretensiones estilísticas y con una trama lineal narrada en primera persona, se nos plantea una historia de corte realista. La protagonista nos narra su vida doméstica dentro de una familia de músicos. Su padre es compositor, su madre profesora de música y su hermano una promesa (genio) del piano. En cambio ella, una niña de 10 años, ama el deporte y juega futbol en el equipo de niños de su escuela. Tras una serie de descripciones de la vida familiar llenas de humor y no exentas de interesantes e ilustrativas alusiones al mundo de la música, se presenta el conflicto cuando ella es obligada a asistir a un importante concurso en el que participa su hermano, exactamente en la misma fecha en que se juega un importantísimo partido de futbol que ella no desea perderse por nada del mundo. La manera como el conflicto es abordado por los diferentes integrantes de la familia y su resolución nos remite a una historia sensible y muy humana, que sin afectaciones nos deja un grato sabor de buena lectura.  No cabe duda de que los jóvenes se identificarán con la protagonista , que si bien al principio experimenta una situación bastante frustante, la misma termina siendo enriquecedora.

Se percibe fácilmente a través de la lectura que estamos ante un autor de oficio, licenciado en Filosofía, guionista de cine y tv, novelista para adultos y para niños, que ya ha obtenido este galardón con anterioridad. Y  menciono su trayectoria expresamente porque viene a confirmar, una vez más, la hipótesis de que la elevación de calidad que desde hace ya un tiempo experimenta la LIJ se debe a que los autores están  cada vez más formados literariamente, tanto a nivel teórico como en la práctica del oficio escritural. Atrás quedaron maestras, abuelas y madres llenas de buenas intenciones, pero que ingenuamente pensaban que sólo con eso bastaba para escribir buenos cuentos para niños (o para quien fuese). Y ciertamente  bastaba, pero de su calidad literaria mejor ni hablar. Y había editores que las publicaron, para desgracia nuestra de cada día, ya que redundó en la amplia banalización que la crítica literaria hizo de la Literatura para niños y jóvenes, y que en países como Venezuela se mantiene como injustificado prejuicio.
 Y la verdad es que el buen nivel de los premios internacionales hace que la competencia sea cada vez más exigente para beneficio de los lectores.

Las ilustraciones  de Jordi Sempere están muy logradas, en blanco y negro, y acompañan dignamente al texto, lo cual no siempre sucede en este tipo de publicaciones en las que las ilustraciones vienen a ser un mero acompañamiento del escrito. Lástima que la presentación de la colección Tucan no resulte muy atractiva, pero si superamos esta primera impresión nos encontraremos ante una serie de obras en su mayoría recomendables.

En definitiva, y como recomendación a padres y docentes, se trata de un excelente libro para incentivar la lectura entre los más reacios de la casa.

Muñoz Avia, Rodrigo. Mi hermano el genio. Barcelona, Edebé, España, 2010.

lunes, 21 de febrero de 2011

El niño que se cayó en un agujero de Jordi Sierra i Fabra

Vemos en este libro a un autor, verdadera fábrica de best-sellers de todo tipo y argumento -desde novelas históricas hasta aventuras de toda índole (más de 300 obras publicadas, en su mayoría bastante comerciales) arriesgando en esta obra, escrita en un lenguaje coloquial, sencillo y ameno, pero con un tema de profundo contenido sicológico y filosófico. Se trata no sólo de una crítica a la indiferencia y falta de solidaridad de nuestra sociedad, aquella que tuerce la mirada para no ver lo que le produce desazón o miedo, es decir, todo aquello que "es" y no lo que "queremos ver", sino que en un plano semántico más profundo aborda el hecho de que los niños, más allá del estereotipo de que  son inocentes o ingenuos, de esa cómoda imagen de la infancia feliz, también experimentan fondos emocionales debidos a conflictos familiares, escolares u otras situaciones estresantes  que los sumergen en profundos huecos como el del protagonista, esos huecos del alma. 

Una imagen bastante simple, la del niño protagonista que queda súbitamente embutido y atrapado en un agujero en mitad de la acera, le sirve al autor para disparar una serie de escenarios –no exentas  de humor- con diversos actores principales de la sociedad (militar, cura, un ciego, un periodista, etc) que dejan claro los diversos mecanismos de que se vale el sistema y las personas que participan en él, para no ver aquello que es: un niño en problemas. Sólo un perro con el que dialoga (lo cual también puede simbolizar la situación de soledad y anonimato por la que atraviesa el protagonista) y un mendigo, que es quien le finalmente le arroja luces sobre cómo salir de la ciscunstancia en que se encuentra, se dignan tomarlo en cuenta.

Se trata de una obra importante por cuanto desnuda de manera ingeniosa, sensible y creativa una realidad perteneciente la vida cotidiana: la de numerosos niños que pasan por conflictos sicológicos y emocionales que podrían conducirlos a depresiones, abandono escolar y hasta, en el límite extremo, al suicidio. Por la manera ágil e imaginativa en que se desarrolla el argumento, y por la temática del mismo, está llamada a producir la identificación de los jóvenes lectores con la situación allí planteada.
Las ilustraciones no deslucen la calidad del libro, si bien no siempre se corresponden con lo descrito en el texto.

En resumen, un libro fuera de serie para ser recomendado a lectores de nueve años en adelante.


Sierra i Fabra, Jordi. El niño que se cayó en un agujero. Barcelona, Libros del Zorro Rojo, España, 2008.

miércoles, 26 de enero de 2011

Estado de la LIJ en venezuela

No soy optimista en estos momentos. La situación es precaria, aunque se sabe que las crisis estimulan el ingenio. De ser asi, más adelante veremos los resultados, del mismo modo que sucedió una explosión creativa en España al caer la dictadura de Franco.

¿Por qué asevero que en estos momentos la situación de la LIJ en Venezuela ha decaido con respecto a la década del 90? Lo digo por lo siguiente:

 La mortal AUSENCIA de Licitaciones públicas del MInisterio de Educación, gobernaciones y alcaldias para dotar las bibliotecas públicas y las bibliotecas escolares. Estas licitaciones constituían la principal fuente de recursos de las editoriales para niños. En la ultima década dichas licitaciones han ido mermando hasta desaparecer por completo. El colmo fue cuando, a principios del año 2010, el Ministro de Educación, Hector Navarro, declaró desierta una importante licitación, en la cual participaba un buen número de editoriales venezolanas de libros para niños para destinar los fondos a fines políticos. Esto fue un duro golpe para las pequeñas y medianas editoriales, que vienen sobreviviendo a duras penas en los ultimos años.

Esto ha tenido como consecuencia directa que buena parte de las editoriales privadas e independientes de libros para niños -nunca fueron muchas- han venido cerrando (Cyls Editores, Colección de libros para niños de El Nacional, entre otras) o disminuyendo su producción a un mínimo (Playco Editores, Ekaré mudó sus oficinas principales a España).
Las única colección que sobrevive con éxito es la de Alfaguara infantil y juvenil, que ha devenido en prácticamente en la plataforma actual de proyección nacional para los autores venezolanos -con un buen número de ellos publicados en sus colecciones infantil  y juvenil-, principalmente aquellos reconocidos, de LIJ. Y suponemos que esto es, al menos en parte, gracias al hecho de formar parte de la transnacional Alfaguara y contar con el apoyo financiero de la misma.

En fin, las oportunidades de publicar de los autores venezolanos se ha estrechado de manera considerable, al menos en las editoriales independientes y privadas. Sin embargo, a pesar de la falta de plataformas de publicación, se escribe cada dia más, y es estimulante asistir al incremento el numero de autoras y autores insurgentes, con producción de calidad.

De las Editoriales Alternativas, que han venido realizado una gran labor en nuestro país pese a sus modestos recursos, también se encuentran en situación bastante limitada debido a que, además de la ausencia de licitaciones, también fue eliminado (desde hace unos 3 años) el subsidio que el CONAC otorgaba a las pequeñas editoriales y a proyectos editoriales individuales. Salvo para aquellos que profesan abiertamente la ideología politica del gobierno.

De resto, no se han creado nuevas editoriales independientes en esta área editorial.

Ciertamente ha habido, por parte del sector oficial (Ministerio de Cultura) algunas iniciativas como  la creación de las colecciones Caminos del Sur y Cada dia un libro de la Editorial El Perro y la Rana, ambas con sus respectivas series de libros para niños y jóvenes, pero desafortunadamente todavía la calidad de sus ediciones deja que desear en cuanto a la presentación en muchos de sus títulos. El afán de dar cabida  al mayor número posible de autores inéditos resulta muy loable por una parte, pero, por la otra, al implementar criterios de inclusión demasiado amplios, no se hace una selección un poco más rigurosa basada en la calidad literaria de textos y e ilustraciones, lo cual ha arrojado como resultado  ediciones que podrían considerarse pobres en muchos casos. Esta situación, además del hecho de pertenecer a un Ministerio altamente politizado y emblemático de la ideología oficial como es el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, no hacen de las editoriales estatales una plataforma muy deseable para buena parte de los nuevos creadores de LIJ.

Con Monte Avila Editores la situación no es más halagüeña, ya que su  excelente colección Primera Dimensión ha venido menguando tanto en número de publicaciones, como en la calidad de las mismas.

Habría que destacar que estas editoriales oficiales hasta hace muy poco no concedían mayor importancia al hecho de que las colecciones de libros para niños han de ser dirigidas por especialistas bien formados en la materia, ya que la LIJ es un sector muy especializado desde el punto de vista de su proceso de edición y de su especificidad  como género literario. Esto se traduce en que ni Monte Avila ni el  El perro y la Rana cuenten con interlocutores válidos para la difusión y promoción de esas colecciones, con el subsiguiente perjuicio para autores e ilustradores (eso parece estar cambiando últimamente, según me han informado). Como guinda de la torta para el desestímulo, está el hecho de que El perro y la Rana ni siquiera estipula derechos de autor para los autores. Todo lo anterior unido a la pésima distribución que realiza la Distribuidora Nacional.

Sin embargo, es preciso reconocer la importante labor que ha venido efectuando la Fundación Gumersindo Torres, adscrita a la Contraloría General de la República, al patrocinar una Bienal Internacional de Literatura Infantil, la cual se ha venido realizando sin interrupción desde al año 2001 con criterios de excelencia en la premiación de los textos y la publicación de los textos ganadores en su colección Grano de Maíz.

Por último, para finalizar esta revisión de la situación del sector público, debo decir que no existen becas suficientes para autores ni ilustradores, aunque este año 2011 el Centro Nacional del Libro (CENAL) implementó un Concurso de Becas de Creación Literaria, del cual un proyecto literario de relatos de ficción histórica enviado por este servidor resultó seleccionado, junto con los de otros 8 creadores también seleccionados.

La participación de la Plataforma del Libro en las Ferias Internacionales es limitada. Para muestra el  stand oficial de Venezuela en la Feria del Libro de Guadalajara 2010 -no el de la Cámara del Libro donde hubo participación de varias editoriales privadas venezolanas como Playco, la Barca de la Luna, Camelia, Cyls Editores y otras, que nos representaron dignamente. Este stand oficial resultó de una pobreza tal en su deslucido aspecto y poca variedad de títulos y editoriales participantes (simplemente no fue invitado el sector privado venezolano), que nos debería llamar a reflexión a todos los sectores involucrados.

La fundamental asistencia a la Feria de Boloña, la más importante en el mundo de las publicaciones para niños, fue arbitrariamente suspendida por el CENAL desde el año 2008, aún cuando el Comité de la feria nos concedía un stand de forma gratuita para que participasen las editoriales venezolanas. Recientemente, la flamante directora de esa Institución, Cristian Vallés, dio por terminada nuestra participación como país en esa feria, la cual constituye un espacio clave para la promoción de nuestras editoriales y autores en el escenario internacional.

Por otra parte, el cierre de la Dirección de Literatutra Infantil del extinto CONAC constituyó también un duro golpe a la LIJ venezolana, ya que a través de esta Dirrección, en interacción con algunas editoriales y autores, se venían organizando Congresos de LIJ (Mérida, Caracas, Barinas, por decir algunos) que eran un espacio ideal para el intercambio entre autores, ilustradores, editorres, docentes, estudiantes y otros agentes del mundo de los libros para niños.

Estos Congresos, abiertos a toda la comunidad de la LIJ han venido siendo sustituidos por el Congreso de LIJ que organiza la Fundación La Letra Voladora en Valencia, bastante restringido por la ausencia de muchos autores, editores, investigadores, libreros, distribuidores, ilustradores e instituciones. Al parecer,  no se invita a buena parte de los representantes del sector privado e independiente, lo cual resulta bastante limitante.

Puede concluirse que la política del actual gobierno, aunque ha favorecido por una parte la masificación del libro y de la lectura por parte del Estado (eso se le agradece), al mismo tiempo ha ido en desmedro de las editoriales privadas e independientes de libros para niños y jóvenes, lo cual se traduce en la ausencia de licitaciones y estímulos de cualquier tipo para su desarrollo. Esto está afectando seriamente el mundo de las publicaciones independientes de libros para niños y jóvenes en Venezuela y, por consiguiente, al mundo de la LIJ venezolana. Esto es lamentable y totalmente absurdo como política cultural, ya que las editoriales públicas y privadas podrían complementarse perfectamente, sobre todo en un país donde todavía existe un significativo vacío en lo que a publicaciones para niños y jóvenes se refiere.

Sólo queda esperar, al igual que sucede en la novela para niños La Historia sin fin de Michael Ende, que las fuerzas de Fantasia logren derrotar a la Nada que se cierne sobre ellas.