En eso justamente consiste —junto al aspecto estético— el aporte que considero más positivo del libro: el lector infantil, a media que transita por el duro universo emocional que va despertando su lectura, incorpora en su psique infantil el conocimiento de cómo se elabora un duelo, que es asumiendo, de forma natural, una emoción dolorosa para superar determinado acontecimiento. Y lo hace de manera sensible y creativa, con imágenes de gran calidad plástica. El recorrido de sus páginas va desde un pasado representado por imágenes a todo color (simbolizando los recuerdos de cuando Eddie vivía), un triste presente gris (lóbregas y lluviosas imágenes que simbolizan la depresión), y una esperanza que se proyecta hacia el futuro. El proceso afectivo plasmado en el libro hace de esta obra una herramienta adecuada para que los mediadores adultos aborden este escabroso asunto con los niños.
También los jóvenes lectores pueden abordar la obra por si mismos. Cito el comentario por internet de un niño de sexto grado: “mira michael rosen io te voy a decir una cosa cuando alguien pierde un ser querido es como si perdiera una parte de su cuerpo y cuando yo lei tu libro estaba en sexto de primaria y me encanto mucho…” Indudablemente se trata de un niño ya un poco mayor (quizás unos 10 años), que se siente atraído por el libro porque posiblemente también ha tenido una pérdida y a través de la lectura ha podido identificarse con alguien que ha experimentado una vivencia similar a la suya.
Ahora bien, entre los aspectos que pudiesen destacarse como negativos, estaría el hecho de que el texto quizás no posee una descollante calidad literaria, al menos no con el nivel que poseen otras obras poéticas del mismo autor; si bien, afortunadamente, las ilustraciones de Quintin Blake vienen a compensar cualquier carencia, produciéndose una sinergia texto-ilustración que arroja como resultado final una pequeña obra maestra.
Otro aspecto que puede ser problemático es determinar si este tipo de obra logra convocar realmente a un lector infantil (a pesar del comentario del niño de sexto grado, que podría ser una excepción). Parece más un libro para que los adultos trabajen el tema con los niños, que para captar directamente el interés de los infantes. No es seguro que un lector infantil, por iniciativa propia, se sienta atraído por un libro de colores tan poco vivos y una historia sin mayor tensión narrativa; con una trama prácticamente carente de suspenso o aventura (aunque intensa emocionalmente), y sin personajes atrayentes (animales u objetos humanizados, niños detectives, etc), si bien el protagonista es capaz de suscitar mucha empatía, como ya vimos. Para bien o para mal, el texto no tiene una dinámica narrativa ágil, con situaciones inesperadas que atrapen la fascinada atención del inquieto lector. Tampoco tiene humor, tan del gusto de los niños. En fin, no incluye los elementos que usualmente cautivan a los pequeños.
Podría tratarse entonces de una obra dirigida fundamentalmente a un lector ideal muy diferente al que pareciera sugerir el gran tamaño del formato y la profusión de ilustraciones. Este podría ser otro matiz controversial del libro, cuya respuesta, más que los adultos, la tienen los jóvenes lectores
Bibliografía
Rosen, Michael y Blake, Quentin. El libro triste.Barcelona, Ediciones Serres, España, 2004, 40 p.
Freud, Sigmund. Lo siniestro / El hombre de la Arena de E.T.A. Hoffmann. Barcelona, José J. de Olaneta Editor, España, 1979, 96 p.